Pasajeros del Titanic #15: Charlotte Wardle Cardeza y algunas curiosidades del barco
Vuestros deseos son ordenes, y tal como decidisteis en la última encuesta que hice en Instagram escogisteis que la próxima entrada sería sobre el Titanic. ¡Aquí la tenéis! No obstante, vas a ser un poco diferente de las anteriores, pues hoy os traigo algunas curiosidades que quizá no sabíais, aunque sí irán acompañadas de una pasajera: Charlotte Wardle Cardeza
Charlotte nació en 10 de abril de 1854, era hija de un fabricante textil británico llamado Thomas Drake. Ella era, lo que podríamos llamar, una rica heredera.
Durante su juventud, desde 1874 hasta 1900, Charlotte estuvo casada con James Warburton Martínez Cardeza con quien tuvo un hijo al que llamaron Thomas Drake Martínez Cardeza. Cuando Thomas tenía 10 años, madre e hijo estuvieron en su safari en África y posteriormente en una reserva de caza. Ambos se embarcaron en el Titanic de regreso a su casa de Germantown (Pensilvania) junto a dos empleados de servicio, una doncella y un ayuda de cámara: Annie Ward y Gustave Lesueur. Todos embarcaron en el Titanic en su escala en Cherburgo.
El dato más curioso de estos pasajeros es que ocuparon la suite más cara de todo el barco, con un precio de unos 2.560 dólares de la época (unos 61.000 dólares de la actualidad) disfrutando de tres habitaciones, dos dormitorios, una sala de estar, dos vestidores, un baño y un paseo privado de 15 metros. Los menús de los que disfrutaban incluían ostras, cordero, salmón y pato. Además, traían consigo un gran equipaje: nada más y nada menos que 14 baúles, 4 maletas y 3 cajas de equipaje. Obviamente, todas estas pertenencias se perdieron cuando el barco naufragó y posteriormente Charlotte presentó una reclamación detallada por valor de £ 36,567 por su perdida.
Tanto Charlotte como todos sus acompañantes sobrevivieron al desastre, abordonando uno de los primeros botes salvavidas, concretamente el número 3.
Pero ¿de qué otros lujos gozaban los pasajeros de primera clase?
Los pasajeros de esta parte del barco tenían múltiples opciones de actividades para matar el tiempo, entre los que se encontraban una piscina de agua salada, unos baños turcos, una sala de fumadores, una pista de squash y un gimnasio así como acceso a su propia cubierta.
En contraste, el segunda y tercera clase los alojamientos eran muy diferentes, aunque notablemente confortables para la época:
El alojamiento en segunda clase
La zona de segunda clase del Titanic fue la que contó con menos ocupación: 284 pasajeros de los 410 que podía acomodar. Este hecho hizo que los ocupantes gozaran de más espacio en las zonas comunes durante el viaje.
Los camarotes de segunda clase tenían grandes diferencias con respecto a los de primera clase. En esta parte del barco los camarotes contaban con lavabos “plegables” que quedaban ocultos bajo el tocador y de este modo se ahorraba espacio. Sin embargo, la gran diferencia entre los camarotes de primera y segunda clase es que solo los de primera disponían de baños privados en los camarotes. Los pasajeros de segunda clase tenían acceso a los baños comunitarios separados por sexos.
En cuanto a las zonas comunes, estos pasajeros disfrutaban de un salón comedor con capacidad para 394 personas, las paredes estaban revestidas con paneles de roble y las mesas estaban situadas de forma paralela en filas largas, a diferencia del comedor de primera clase, que contaba con mesas redondas para pequeños grupos.
También disponían de una barbería, que a su vez, también se usaba como tienda de souvenirs. También disfrutaban de una sala de fumadores y una biblioteca, que tenia varias funciones aparte de prestar libros: sala de escritura y sala de estar. Y como no, también tenían su propia zona de paseo en cubierta.
El alojamiento en tercera clase
La zona de camarotes de tercera clase contaba únicamente con dos baños para unas 700 personas. Si, si, como lo lees, solo dos baños. La zona de la tercera clase del Titanic gozaba de cierta fama pues era mucho más confortable que la de otros barcos de la época. Teniendo en cuenta los estándares de esos tiempos, estos camarotes eran amplios y cómodos. No obstante, estaban situados en la zona menos privilegiada del barco pues se percibían ruidos y vibraciones que provenían de los motores y la sala de máquinas.
Otra de las particularidades de la zona de tercera clase era el comedor, formado por dos habitaciones separadas por un mamparo estanco y tenía capacidad para 473 comensales. Se servían comidas 3 veces al día, las cuales eran sencillas pero abundantes. La iluminación natural entraba a través de los ojos de buey y la decoración era muy sencilla. Cabe destacar, que la zona de tercera clase de otros transatlánticos de la época no contaba con salón comedor, por lo que los pasajeros debían traer sus propias provisiones para la travesía.
En una de las zonas comunes había un piano y los pasajeros que traían sus propios instrumentos podían crear pequeñas bandas de música para amenizar las veladas, de hecho, la noche del hundimiento se celebró una gran fiesta hasta que se apagaron las luces a las 22h. Estos pasajeros también disponían de sala de fumadores.